Gong de Wollongong

Estaba demasiado cómodo en el estudio de Narooma.

El motel donde reservé en Wollongong aunque muy bien situado no se le podía comparar en luminosidad, vistas, equipamento…

Llegué, deje el equipaje y me fui a la playa. City beach estaba a unos doscientos metros pasando el Win Stadium patrocinado por la cadena de televisión local con ese nombre.

La playa es inmensa, extraordinaria, pero esta matada por la derecha con los mayores altos hornos de Australia.

Era un día brumoso, las bocanadas de humo de las chimeneas se redondeaban en aumento como bolsas de algodón hacia un cielo plomizo hasta mimetizarse totalmente, un par de ellas con gigantescas llamas de fuego. ¿De que material estarán hechas esas bocas? Podría haberme contestado a esa pregunta por 22 dolares australianos. La oficina de turismo entre otros folletos me dio una hojita que anunciaba un tour de dos horas y media por la acería. Al final siempre encontré otras cosas que hacer y dado que además el tour sólo era dos días a la semana y había que reservar con antelación pues… me responderé la pregunta un día en google.

Sin conocer nada de la ciudad y después de echar un vistazo a todos los folletos opté por ir improvisando añadiendo a los paseos por la ciudad dos extras, ambos en las proximidades, uno, la visita a Kiama con paso por Catedral Rocks y el otro pasar tres dias en Nan Tien, conocido como el mayor templo budista del hemisferio sur.

Centrándome en la ciudad, Wollongong tiene dos playas inmensas que salen a cada lado del faro. En las entrañas del montículo ajardinado sobre el que se sitúa está el horno de la primitiva acería, se puede ver la boca del mismo junto al faro además de buenas vistas al mar y ambas playas, hacia City Beach un parking escalonado en cuatro niveles convierte a los coches los fines de semana en improvisados palcos del espectáculo próximo de los surfistas y en algún caso seguro que también del de las chimeneas de Corniston, al fondo, echando intermitentemente humo y fuego.

Al otro lado del faro el pequeño puerto que comparten pescadores, pelícanos, bañistas…y una pequeña pero variada oferta de restaurantes en el edificio de dos plantas “Harbour Front” donde tomar un fish and chips, una hamburguesa o una langosta con un buen vino de cualquiera de las 52 denominaciones o una cerveza de las más de 60 marcas que hay en este país. Siguiendo dirección norte pasado el chiringuito-restaurante Lavendi y los muelles empieza North Beach.

Un distraído paseo acompaña esta playa, primero con los balnearios, piscinas artificiales y naturales en las rocas inmediatas, después con la playa misma en la que sobresale el antiguo edificio decó de vestuarios y duchas, así hasta llegar llega al Stuart Park, un parque con extraordinarias araucarias, un restaurante al pie del lago que separa North Beach de Towradgi Beach y numerosos puntos entre el césped para hacer picnic con mesas, bancos y lo que es más importante cocinas con gas para la barbacoa.

Cruzado la laguna por un paseo de madera sobre manglares una ancha franja entre la playa y la carretera Grand Pacific Drive a su salida de la ciudad nos remite a 1780, a los tiempos de los viajes del Capitan Cook tocando por aquí y por allá este continente por primera vez.

Un camino se abre paso entre una naturaleza virgen, un cartel a la entrada nos anuncia este espacio protegido como extensión del bastante distante Botánico, arbustos, alguna variedad de eucalipto bajo, espesa vegetación a ambos lados y canto de pájaros. Escasos paseantes, algún deportista, todo un descubrimiento que termina en el Surf Club aproximadamente un par de kilómetros después.

La ciudad es extendida con chalecitos o pequeños edificios de apartamentos en interminables zonas residenciales bien ajardinadas y llenas de árboles. Por lo demás se resuelve en el centro en unas cuantas calles grises que forma el downtown entre las que se destacan con edificios comerciales más llamativos por sus reclamos publicitarios, Burelli que termina en la estación de ferrocarril, Crown que peatonalizada en trescientos metros hace del CrownMall, centro neurálgico en el que no faltan los almacenes David Jones ni Myer y otro tanto de las cadenas y franquicias, las habituales en Australia y las en medio mundo.

Los viernes Crown st. en su parte baja se convierte en improvisado Rastro en el que venden sus hortalizas y productos orgánicos los progres ricos retirados en Berry, te puedes hacer un análisis del iris, o comprar pulseritas y otro abalorios bastante originales, como es pequeño la verdad es que no llega a caer en la “chinoiserie” de masas aneja a este tipo de ferias.

La calle Keira se cruza con el Mall y constituye hacia la estación de autobuses, el otro eje vivo de la ciudad, en este caso más centrado en la restauración con numerosos restaurantes asiáticos, vietnamitas y thais sobre todo pero también chinos o japoneses. Destaca el éxito del atestado Mylan que deja vacíos a sus vecinos, una camarera me dice que es por su pollo thai con salsa de cacahuetes, la verdad, buenísimo.

Y si necesitas más proteínas, en la misma calle casi enfrente te recomiendo el T-bone steak del Hotel Illawarra (Bar-Restaurante). Yo lo tome después de los tres días vegetarianos del templo budista y me supo a gloria.

Para una cerveza además del Illawarra destacan el Glass House, el local del Win Stadium al final de Crown casí en la playa, cerca del otro núcleo de restauración. El Castro y el North Wollongong completan la oferta de éxito de la ciudad en sus distintos ambientes.

Pero ya hemos pasado la resaca, la noche ha sido reparadora –tres cervezas no es tanto J - y ahora vienen la Gallery y el Botánico.

La Gallery es modesta pero tiene -como no- una buena sección dedicada a lo aborigen, en ella sobresale la obra de Beryl Brierley, qué con un estilo naïve, destaca los momentos mas duros de la colonización, como la cuasiabducción de niños aborígenes para desarraigarlos y concluir en el exterminio de la raza.

Enfín retazos de las barbaridades causadas por los civilizados british a las “stolen generations” , generaciones robadas, como han sido reconocidas después de la petición de perdón por Kevin Rudd hace exactamente dos años.

Los “graffiti”? de Simon Thomas en la planta superior, particularmente el del árbol y en estos días genial la exposición fotográfica de moda de los años 60, me ha gustado ver una fotografía de una modelo con sombrero “Tip top” en el Mark Foys, gran almacén, un clásico de Sydney que cerró sus puertas en 1980 aunque aún hoy puede verse su flamante edificio y mosaicos, también geniales las fotos de modelos en plan extravagantes extraterrestres, otras con vestidos con margaritas gigantes o la utilización como fondo de la Opera.

Las hectáreas del Botánico dan para estanques con patos, puente japonés, invernadero con cactus… pero los paseos con plantas y árboles de regiones semiáridas, también tropicales, es espectacular en una perfecta combinación que cuenta como fondo con el monte Keira, el que al capitán Cook le pareció tenía forma de sombrero, y que es el mirador de la ciudad.

Hacia el Monte Kembla pero con vistas a todo porque está situado a media altura en un cerro cedido por la ciudad de Wollongong, está Nan Tien, que significa “paraíso del sur”, en la cresta que forma parte de los impresionantes jardines han plantado unas línea de araucarias que algún día serán muy llamativas, entre la residencia de peregrinos/visitantes y el templo un bonito lago de flores de loto salpicado de estatuas y sauces a su alrededor.

El templo es el más grande del hemisferio sur, su master Hsin Yun nacido en China continental con residencia -se podría decir que en el mundo después de ver su libro de viajes- en Kaohsiung, Taiwán, es fundador de la secta Fo Guang Shan. Este religioso budista entre otras muchas cualidades también presta su voz como cantante para la obra. El pragmatismo de su carácter, por tanto el de Fo Guang Shan, le han llevado a un crecimiento exponencial con doscientos templos en todo el mundo, siendo también fundador de la BLIA -Buddha´s Light Internacional Asociation-.

El templo es gigantesco, para mí chirría un tanto de artificios, colorines, guirnaldas y bambalinas -léase linternas y votos-, rayando ya en el Museo con los vapores flotantes de las fuentes, o el efecto infinito de la sala de espejos. Me quedo con la simplicidad japonesa, y más aún si tiene siglos encima, y sino prefiero templos postmodernos como los de Osaka. Aún así vale la pena verlo, pasear sus jardines -en especial el lago con lotos y carpas-, disfrutar de su cocina vegetariana y asistir a sus misas -del gallo J - a las 6.20 de la mañana con ceremonia de tambor y campana y asimilación por repetición mántrica de que “tanto la doctrina como la no doctrina pueden servir a la causa de la vida”. Me gustaría volver y estar más tiempo para disfrutar sus colorines, la doctrina y la no doctrina, y reiterar algún deseo en el Gong de la gratitud más allá de la pagoda de siete pisos.

David, de Coast Encounters de Narooma me habia hablado de Kiama, del “blowhole”, agujero que a cierta distancia del mar, al pie del un faro, expulsa agua como un geiser. Me acerque a verlo entre legiones de turistas, aunque la intensidad del oleaje ese día era mucho menos espectacular que las postales que se venden en las que la espuma sobrepasa en altura al faro.

Kiama, tiene un edificio de correos clásico, algunos hoteles, tiendas y edificios institucionales con el encanto de principios del siglo pasado, y el día que yo la visite estaban desmontando un circo, me sorprende la constante de circos por Australia y el porcentaje de espectáculos callejeros relacionados con el circo.

De Kiama hasta Minamurra hay un bonito paseo bordeando la playa de Bombo con muy buenas condiciones para el surf y llegando después a las Cathedral Rocks, singulares formaciones rocosas.

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